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El reloj: una historia llena de curiosidades

La medición del tiempo siempre ha sido un asunto de interés en los seres humanos, saber qué momento del día es y cuánto falta para que llegue la noche ha sido de crucial importancia a lo largo de nuestra existencia. Sin embargo, no siempre han existido los modernos relojes de pulsera, sino que la historia de estos medidores del tiempo está llena de sorprendentes curiosidades.
Al pensar en un reloj concebimos aquellos modernos que nos acompañan y nos facilitan la vida, no obstante, ya desde el antiguo Egipto se utiliza este instrumento para medir el tiempo. El primer reloj descubierto es el reloj de agua o Clepsidra, un recipiente lleno de agua que se vaciaba a intervalos regulares gracias a un orificio ubicado en su parte inferior.

A pesar de la existencia de la Clepsidra podemos encontrar otros tipos de relojes en la antigüedad, el más conocido es el reloj de sol. Este instrumento emplea la sombra del estilete -la varilla que encontramos en el reloj, llamada también “gnomon”- para medir el paso del tiempo a través del movimiento del sol.

Sin embargo, no en todos los países podían optar por estos dos medidores del tiempo debido a su climatología y la imprecisión. A pesar de estas complicaciones las personas seguían teniendo la necesidad de medir el tiempo, por este motivo, encontraron en las velas una herramienta perfecta.

Para la medición del tiempo en una vela, las personas clavaban unos tornillos en la cera y al consumirse estos tornillos caían sobre un plato de metal provocando un ruido y avisando que había pasado una determinada cantidad de tiempo. Normalmente, una vela de tamaño estándar se podía consumir en cuatro horas, por lo que las personas tenían una referencia horaria más o menos exacta.
Como hemos podido comprobar, los seres humanos tenemos una necesidad de medir el tiempo, queremos tener un control sobre la realidad que nos rodea y sentirnos con el poder de manejarlo a nuestro gusto. Esta ambición también era una característica de los antiguos reyes, tanto es así que la Reina de Nápoles, María Carolina de Austria, fue la precursora del primer reloj de pulsera montado sobre un brazalete de oro y piedras preciosas en 1812.

El hecho de que una reina fuera la creadora del primer reloj de pulsera ha tenido un papel importante en la historia de estos medidores del tiempo, ya que hasta la 1º guerra mundial los relojes de pulsera solo los llevaban las mujeres, pues no existían modelos masculinos.

Hoy en día, nuestra vida se ha habituado a la existencia de estos accesorios que nos acompañan diariamente, tanto es así que el reloj es el principal atractivo de diferentes plazas como la Puerta del Sol o el Big Ben, atractivos turísticos que sin estos medidores del tiempo perderían parte de su encanto.

Los relojes forman parte de nuestra día a día y nos condicionan a la hora de realizar diversas funciones. El reloj es nuestro gran compañero de viaje, un elemento indispensable que nos facilita el día a día. Tener un reloj a mano es tener un gran ayudante que no solo nos marca las horas, sino que también nos indica que la vida es efímera y hay que disfrutarla.

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